En terapia es muy importante describir cuales son los objetivos de tratamiento, es decir, aquello que el paciente quiere conseguir viniendo a terapia.
Son muchos los que cuando les pregunto qué quieren conseguir o por qué vienen a terapia me dicen que quieren ser felices. Sin embargo, ¿alguno de vosotros tenéis claro cómo ser felices?, es más, ¿podemos ser felices en realidad?
Lamento daros una mala noticia, nuestro cerebro no tiene como objetivo primordial que seamos felices, nuestro cerebro lo que quiere es que sobrevivamos. El instinto de supervivencia hace que nuestra máquina inteligente tenga como objetivo fundamental mantenernos vivos, por lo que focaliza nuestros comportamientos y emociones a dicho fin, para ello da respuestas como el miedo, la ira y la tristeza.
Me imagino que os estaréis preguntando, ¿cómo el miedo, la ira y la tristeza me pueden ayudar a sobrevivir?, más bien debería ser al contrario puesto que parecen ser conductas desadaptativas. Pues no. A través de nuestra historia evolutiva el miedo se ha presentado como un comportamiento que tenía como fin el que permaneciéramos vivos. Recrear en vuestra imaginación la siguiente secuencia, un hombre sale de su cueva a cazar y conseguir alimentos, de momento escucha entre los matorrales un ruido extraño, en respuesta a esa situación el cerebro activará una serie de secuencias, mantenerse vigilante (para captar más información del medio), aumentará la tasa cardiaca (para hacer llegar más sangre a las extremidades por si hay que salir corriendo o luchar para defender), tensión muscular en extremidades (para facilitar la defensa)…, estas respuestas están relacionadas con el miedo, por lo tanto, el que el cerebro responda así ha hecho que nos mantengamos vivos hasta nuestros días. El miedo es lo que nos permite huir o estar inmóviles ante determinadas amenazas o peligros. La ira nos da fuerzas para reaccionar y defender nuestro entorno y a nuestros seres queridos. ¿Y la tristeza?, pues la tristeza nos permite mirarnos dentro, autoobservarnos y darnos cuenta que algo va mal en nuestro interior para intentar arreglarlo.
Pero, ¿qué sentido tiene ahora dar respuestas de este tipo?. La verdad es que ya no vivimos en cuevas y tampoco hay fieras que pongan en peligro nuestras vidas. Ahora lo que hay son una serie de circunstancias sobre las que nuestro cerebro reacciona igual, con miedo, ira y tristeza. ¿Pero por qué?.
A veces llegan a consulta pacientes que se sienten deprimidos y frustrados porque su pareja los ha dejado. Se sienten con miedo, con tristeza, con sensación de ira y un gran sentimiento de infelicidad. Esto ocurre porque la valoración que hace nuestro cerebro es de peligro. Pero ¿qué peligro hay en que mi pareja y yo dejemos la relación? El peligro que muchas veces aprecia el cerebro es el de perder a la persona que amamos, el de peligro de perder aquello que más valor tiene para nosotros, el de quedarnos solos y no saber qué hacer….por eso ante estas situaciones nuestro cerebro genera estas reacciones. En estos casos, la tristeza es una alarma que nos indica que nuestro interior no está bien y que debemos hacer algo para subsanar dicha sensación.
Los peligros del siglo XXI (ya lo eran en siglos anteriores) han cambiado, ya no son las fieras que acechan a la salida de nuestra cueva, los peligros que existen ahora son la dependencia de la persona amada, la pérdida de autoestima, el miedo a estar sólo…
Tu cerebro no quiere que seas feliz, tu cerebro quiere que sobrevivas, por eso siempre está en alerta escaneando tu entorno para identificar aquellos estímulos o situaciones que pueden ser una amenaza para tí y tu supervivencia. Pero recuerda, ahora las amenazas ya no son contra tu vida, aunque tu cerebro no lo sepa.
¿Cuántos peligros tienes tu ahora en tu vida?